VIERNES, 30 DE ABRIL DE 2010.- Una recurrente plática entre los homosexuales contemporáneos a mi, es sobre cuándo te diste cuenta que sentías atracción hacia tu mismo sexo. Siempre terminé sorprendido, todos decían saber desde sus primeros años en la infancia y yo no.
Fue entonces que empezó como una obsesión por reencontrar la fuente de mi orientación sexual y más recurrente fue encontrarme con la misma coincidencia cuándo todos me decían "desde que era una niña, ya lo sabía" eufemismo que caía en mi ser como una setencia para hurgar en mis archivos de mis recuerdos.
Solo encontré algunos hechos que sin duda se fueron quedando en mi memoria pues marcaron algo que sin saber quizás sería el antecedente en lo que se convertiría más adelante.
El primer recuerdo que tengo, sucedió en el verano de 1981, cuando tradicionalmente pasábamos nuestras vacaciones en la Ciudad de México. Vacaciones que poco tuvieron de extraordinario pues por tres veranos tuvimos que irnos a la capital mexicana por que mi padre estaba estudiando allá, y por consiguiente eso significaba para mi hermana y yo un encierro total durante esos meses.
Yo tenía nueve años de edad, una infancia feliz fabricada por la burbuja generada por mi creatividad. Fui un niño absorto en los libros, amigo fiel de las enciclopedias, de los juegos en soliloquio y amante de las calladas fantasías casi de proporciones míticas.
Algunos pocos días eran extraordinarios pues no faltaba un tío compasivo que iba por nosotros -por mi hermana y yo- a la vieja casona de mis abuelos para sacarnos a pasear, como si fuéramos mascota exótica traida del norte mexicano por tanta pregunta que nos hacían "¿Conoces Estados Unidos?, ¿Cada cuándo van?, ¿Qué comen?".
Un día, el novio de mi tía nos invitó al deportivo de la Secretaría de Agricultura pues tendría un partido de futbol, hecho que me emocionó pues conocería un deportivo pero que al mismo tiempo me causaba un poco de adversión la idea de ver al novio de mi tía jugar balompié, esto por que en el Distrito Federal religiosamente todos los domingos se juntan para ver el futbol por la televisión, gritar, tomar, gritar, maldecir, gritar, ah! y sobretodo opinar como deben dirigir el equipo de futbol. Total que fuimos mi tía, su novio, mi hermana, mi primo y yo.
Llegamos al deportivo, era grande y tenía todos los servicios, desde canchas de futbol hasta alberca olímpica, desde luego que también tenía regaderas. Ahora que lo veo a la distancia no encuentro el motivo del porqué fuimos el novio de mi tía, mi primo y yo a darnos una ducha junto con el dichoso equipo que jugaría en unos momentos más.
Todo parecía normal en mi micromundo. Llegamos al pasillo de los lockers, con unas toallas que nos dieron en la entrada, junto con nuestro número de locker, empecé a quitarme la ropa sin ningun pudor pues en mi inocencia no cabía otro pensamiento. Mi primo hizo lo mismo pero se fue desnudo hacía el principio del pasillo y luego ya no vi a donde se fue. Sentí temor pues mi inseguridad para relacionarme surge desde la infancia. Me pusé de pie para ponerme la toalla a la cintura y me volví a sentar.
Después escuché mucho alboroto que veía por donde se había ido mi primo, desconcertado me levanté con temor, caminé hacia el pasillo y mi corazón palpitaba más fuerte, cuando de pronto aparece mi primo jalando de la mano al novio de mi tía y me dice "mira primo, José Luis tiene pelos en la pipi". Yo no supe que hacer, mi mirada se centró en el pene de José Luis, sentí un calor inmenso que me invadió, subí mi mirada a la cara de él y me regresé a mi locker para sentarme. Estaba petríficado y no sabía por qué.
Detrás de ellos llegaron los compañeros de equipo de José Luis, todos desnudos y golpeándose el trasero de sus cuerpos con toallas y haciendo alución de sus penes. Mi primo se dejó venir hacia mi, me pegó con su toalla en mi espalda y me dijo "vente, vamos a jugar con ellos". Yo empezaba a sentir miedo por que me vieran desnudo y que se burlaran. No los seguí y me fui al lado contrario buscando el baño.
Queriendo evadir fui al baño sin tener ganas ni siquiera de orinar, pero el miedo ya me estaba haciendo temblar y cuando llego mi sorpresa fue que los inodoros estaban en un área común y desde la entrada vi a dos señores desnudos sentados en sus tazas de baño; salí apresurado del lugar topándome en el pasillo central al señor que al principio nos había dado los lockers, indicándome en ese momento "tu tío está por allá". No me quedó otra, entre a la zona de regaderas.
Recuerdo al amigo de José Luis, era el bromista del grupo, entraba a todas las regaderas que solo eran flanquedas por un pequeño muro; se le pegaba a uno, le agarraba las nalgas a otro, le movía sus caderas a otro, era como si hubiera entrado a una fiesta prohibida en la que todos los hombres desnudos hacían alarde de la forma de sus penes y yo, tejido en el temor de un no sé qué y las ganas de ya no estar ahí.
Por fin se acercó José Luis y me tomó por el hombro quitándome la toalla para llevarme a la regadera donde estaba mi primo. Una vez juntos, empecé a temblar de los escalofríos. Para esto cada uno de los compañeros de equipo de José Luis empezaron a terminar hasta quedar solo su amigo, mi primo y yo.
Se marchó el amigo de José Luis, con sus bromas y su desnudez que descubría un cuerpo atlético, lampiño y blanco. Después lo hizo mi primo, que de menor edad a la mía, a todas luces tenía más dominio de ese tipo de situaciones que yo. Mientras aproveché para orinarme en la ducha más por pavor, que por necesidad fisiológica.
Salí de las regaderas, me cambié y llegué hasta el campo donde ya estaban jugando José Luis y sus compañeros de la Secretaria. Sentía temblores todavía, por momentos llegaban hasta donde yo estaba para tomar agua o ponerse alguna crema y era inevitable para ellos en su demostración de hombría meterse la mano a sus genitales para sobarse y escupir hacia un lado, hecho que me remitía al alboroto en las regaderas.
De regreso nos agarró las típicas lluvias vespertinas de la Ciudad de México, llegando a casa quedé muerto y me dormí. Pensé que al día siguiente todo pasaría y creo que así no fue, hoy todavía quedan rastros de la primera vez que me confrontaron con la realidad masculina desnuda cuando creces o la primera vez que veía un pene que no fuera el mío.
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