lunes, 7 de febrero de 2011

Y se despertó

LUNES, 7 DE FEBRERO DE 2011.- Después de esas vacaciones de Semana Santa de 1985 todo cambiaría, los cambios en mi cuerpo pronto se manifestarían y la adrenalina que sentí cuando mi primo tocó mi pene –sobre la ropa- fue una sensación que jamás olvidaría.

Regresando a mi ciudad de origen pretendí buscar la forma de comprar una revista de mujeres desnudas, pero era un pueblo pequeño en el que todo mundo se conocía y no sería una cuestión fácil. Hasta que un día pasó algo que avivó mis inquietudes.

Una tarde cualquiera, dentro de mis quehaceres domésticos de los que era responsable me incluyeron hacer la limpieza del librero de la biblioteca. Nada extraordinario, recién nos acabamos de cambiar a una casa nueva y teníamos que acomodar todo. Por sorpresa, entre una enciclopedia roja y una verde cayeron a mis pies unas pequeñas revistas. Me agaché, las tomé y las dejé a un lado mientras seguía acomodando el resto de los libros. Cuando iba a colocar estas revistas setenteras, abrí una y en el hojeo me percaté de imágenes muy sugestivas; la volvía a hojear y fue cuando vi un dibujo de desnudo masculino y femenino…mi corazón arrancó a toda velocidad, mis manos empezaron a sudar, en mi cuello sentí un hervor e indudablemente volteé a todos lados para corroborar que nadie me había visto. Abusando que estaba al mando del acomodo de la biblioteca, las ubiqué en un lugar que bien podía asegurarme que no estuvieran al alcance de los demás. Me apresuré a limpiar todo y me fui a mi cuarto.

En las semanas siguientes, esas viejas revistas de sexología me sirvieron de excitación en mis pubertos 12 años de edad. Ya quería que pasara el tiempo para llevarle a mi primo durante las vacaciones de verano las dichosas revistas, que traían más texto que imágenes y todas ellas cuando se trataba de desnudos eran dibujos. No eran la gran cosa pero era lo más cercano a ver una mujer desnuda.

Por esos días cada vez que me bañaba recordaba esas imágenes y esa sensación que corría desde mi cuello hasta la punta del pene, y confieso que me sorprendía agradablemente como se ponía duro mi pequeño pene, que por aquel tiempo estaba muy blanco como el resto de mi piel y sin nada de vellosidad. Era un juego que me absorbía bajo la regadera, me sentía libre de tocarme, sentir, jugar y verme.

De poco en poco me empecé acostumbrar que cada mañana amaneciera con una erección, aunque no comprendía que pasaba tampoco era algo que me molestara. Mis pantaloncillos cortos que usaba para dormir en el verano candente ocultaban muy bien mis erecciones matutinas y me resguardaban hasta la regadera. Hasta que una mañana al quitarme mi trusa blanca me percaté que estaba mojada, se me hizo extraño y no me moví, me quedé viendo el calzoncillo y vi que algo brillaba, me acerqué y vi que era algo como una especie de viscosidad blanca… me apuré a quitarme la ropa y me metí a bañar todo espantado. No supe que había pasado. En la noche me senté en la banqueta solo y viendo la nada. Tenía muchas preguntas y ni una respuesta. Con los días, pasó al olvido y todo regreso a la normalidad.

Siguieron los días, seguí sintiendo esa extraña sensación que me recorría el cuerpo hasta mi pene, el verano se asomaba y los días en la escuela primaria se extinguían. Pronto llegaría el momento de finalizar la escuela y de viajar a la Ciudad de México, y la verdad, ya anhelaba ver a mi primo Chuchín. Esa será otra historia.

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